Experiencia de finca!

Me desperté con los trinos de los pajaritos, el cantar del gallo, los mugidos del ganado, la sonata de la cascada cantarina y el silencio de la naturaleza en aquel madrigal. El silencio callado y la soledad sonora me embelesaron.

A mi lado dormía mi pequeña hija de apenas un año. Me transporté mirándola en su belleza inocente.

–Papi, me llevas a ver el pavo real –balbuceó–.

–Ya mismo –le contesté–.

Prestó me levante y recorrí con ella el campo en medio de los animales que nos miraban al pasar y nos llenaban de paz.

Sentí el aroma de las frutas que colgaban de los árboles, aprecié el verde de los pastos que daban refugio al ganado y disfruté el horizonte de montañas y llanuras. Un dálmata se nos acercó como queriendo compartir tanta dicha.

–Papi, quiero tete.

–El perrito se lo llevó.

Desde ese día, mi hijita entendió que tenía que comer los frutos del campo y la leche recién ordeñada. Comenzó a valerse por ella misma.

No puedo describir la alegría que sentí al encontrarme en aquel ambiente.

Cuan distinto de los hoteles en que dormía con frecuencia por los  constantes viajes que exigía mi trabajo y que diferente de otras vacaciones en las que me había hospedado en elegantes ‘resorts’ en donde me pasaba el tiempo calculando horarios para la comida, las actividades, la programación para los ‘jacuzzis’ para separar cupo en las piscinas y en la playa… para dejarme manejar la diversión.

Ese día comente a mi esposa que era tiempo de cambiar. Desde entonces somos felices en las fincas que con frecuencia alquilamos y en las cuales el tiempo es nuestro.

No se imaginan las jornadas que pasamos en familia en ‘nuestra piscina’ en los alrededores de de la finca, en las caminatas, en los paseos a caballo, en las tertulias en las que a nadie incomodamos…

Me gustan las fincas porque tienen alma, porque son amigas, porque respiran intimidad y paz.

Algún día comparé una. Mientras tanto los amigos nos alquilan las suyas.

Las vacaciones se viven en las fincas!

No es justo que cuando estamos de vacaciones tengamos que preocuparnos por los horarios. Desde que nos levantamos tenemos que estar pendientes de la hora para no perdernos el desayuno tipo buffet que va solo hasta las 10 de la mañana.

Mientras desayunamos tenemos que ir a reservar un sitio cerca a la piscina, por lo tanto nuestro desayuno se va a ver interrumpido porque tenemos que ir a revisar si la toalla que ubicamos en una silla asoleadora sigue ahí o si alguien más vivo ha tomado ese puesto.

Mientras estamos intentando relajarnos ya debemos empezar a pensar en el almuerzo, no podemos llegar tarde porque los platos más exquisitos son los primeros que se agotan, por lo tanto debemos estar antes de la 1 de la tarde.

Hacia las 5 de la tarde mientras estamos disfrutando en el jacuzzi el señor encargado del área de las piscinas nos dice que debemos salirnos porque ya no es hora para estar ahí, debemos por lo tanto intentar convencerlo de que nos deje 15 minutos más lo cual es misión imposible, no nos queda otro remedio que salir regañados y buscar otro plan.

Cuando salimos en busca de un nuevo plan no lo encontramos. En la mesa de ping-pong hay una fila de 4  personas esperando turno para poder jugar, las canchas de tenis, microfútbol y squash también están llenas. Llegamos demasiado tarde, tendríamos que haber llegado a las 4 de la tarde para poder tener un turno.

En vista de que no hay plan nos vamos a la sala de TV y pedimos un coctel mientras esperamos la comida, a esta si no llegamos tarde!

Después de un día de carreras y de estar pensando en los horarios tenemos que pensar en el plan del otro día, ya que hay que hacer el check out al medio día y debemos pensar en donde dejar las maletas y en buscar un sitio para poder cambiarnos en la tarde y así poder volver a nuestra ciudad.

Es por esto que prefiero pasar las vacaciones en una finca!

Hello world!

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